Introducirse en una especie de mafia tiene su grado de dificultad. Ser aceptado, seguir las normas, tanto de la policía como las de ellos. Todo sin ser descubierto. Sin embargo, el plan siempre es el mismo.
Sabíamos que se dedicaban a esos típicos favores en áreas de contrabando, lavado de dinero, etc.
Al ser parte de la policía contaba con muchas ventajas, utilizar material real, retenido por investigaciones anteriores; tenia información privilegiada de gran ayuda para ellos.
Ser considerado como alguien que pudiera ser útil no fue tan complejo, o al menos así se sentía. Más, no podía relajarme creyendo que me aceptarían a buenas y a primeras. Ellos son rigurosos con quienes entran a su círculo y lo más seguro era que yo debería superar sus pruebas. Mi meta sería llegar al nivel de Ikuma, tenía que ser capaz de llegar a ser su mano derecha.
Las cosas sucedieron de una manera bastante particular. Una noche antes de comenzar la operación, yo había ido a un bar a beber un trago, el inigualable sabor de un Bourbon satisfacía mis niveles de ansiedad. Era una noche tranquila, hasta que oí un pequeño escándalo a mi espalda.
- ¡Suéltame! -exclamaba fuerte un chico con indudables indices de ebriedad- ¡¿aca...acaso n...no sabes quien soy, estúpido?!
Me volteé a ver de que se trataba y me encontré con la figura de un chico rubio siendo retirado del bar por un guardia. Una suave sonrisa se dibujó en mi rostro.
Tranquilamente me levanté de mi asiento y encaré, con racionalidad, al guardia.
- Disculpe, yo vengo con él, puede dejarlo a mi cargo - le indiqué notando la distraída y confusa mirada del rubio. Tal vez como forma de deshacerse rápido de un problema, el hombre me concedió la petición y ordenó que el chico ebrio no volviera. Si tan solo supiera a quien le está negando el pase se retractaría de inmediato.
Sujeté el brazo del joven y lo puse sobre mi hombro para darle apoyo al caminar y salir de ahí -
- ¿Qui... Quién eres tú? - decía con su voz entrecortada y la vista ida -
- Soy So... - hice una pausa precipitada al notar que casi le mencionaba mi nombre real -
- ¿So? - consultó entre risa - que nombre más raro tienes - dijo Ikuma. Se despojó de mi brazo y comenzó a caminar tambaleante hacia un auto lujoso -
- Hey!espera, no puedes conducir en ese estado
- Ya... Ya he conducido así antes - decía entre risas. Pero fue cosa de segundo para que, al intentar abrir la puerta, se desplomara sobre ella -
De inmediato corrí hasta él y lo sujeté alejándolo de la puerta. Casi a arrastras lo llevé hasta la puerta del copiloto y lo metí dentro sin ninguna consideración. Tomé la llave que aún tenía en su mano y cerré aquella puerta. Me subí al otro asiento y me fui directo hasta una casa que sería la que habitaría por el tiempo que durara la operación. Aproveché de llamar a mi mejor amigo dentro del trabajo, para que retirara mi auto del lugar con alguna grúa o que sé yo.
Cuando habíamos arribado en mi casa, lo bajé con más cuidado y lo llevé hasta allá. ¿Dónde dejarlo? No había más opción que dejarlo en la cama. Si mostraba preocupación por él seguramente sería más fácil ganarme su confianza.
Lo deje en el cuarto a oscuras por bastante tiempo. Ya habían pasado cerca de dos horas cuando decidí entrar, él seguía profundamente dormido. De todas formar, me instalé en una silla cerca de la cama y, sin más luz de la que nos proporcionaba la luna en conjunto a los focos de las calles, los cuales atravesaban las delgadas cortinas; me quedé observando los rasgos en su cara. Se podía considerar como el típico chico lindo, de tez casi perfecta.
Me sorprendí un poco cuando, con tal concentración le miraba, y él comenzaba a abrir los ojos de manera perezosa. Sus manos se precipitaron a frotar con sutileza los párpados. Un bostezo me indicaba que el joven ya no pretendía seguir durmiendo.
- ¿Dó... Dónde estoy? - preguntaba confundido mientras intentaba pesquisar, con dificultad por falta de luz, cada espacio de la habitación con la mirada -
- Estás en mi casa - le informé desde el taburete en que yo estaba. Logrando, al instante, que su mirada se enfocara al sitio desde donde provenía el sonido de mi voz -
- ¿Quién eres...? - entrecerraba los ojos para agudizar la vista. En su voz ya no apremiaba el son de ebriedad. Prendí la luz y, en un rápido movimiento, se cubrió los ojos. Poco a poco se fue acostumbrando al brillo. - ¿So? Ah, eres tú, So - aseguró con una leve sonrisa -
- No se donde vives, por lo que no tuve más opción que traerte aquí... En tu auto, por cierto - declaré con cautela , a lo que su sonrisa se desvirtuó -
- Eres la primera persona que conduce mi auto... Y, aún más, sin mi permiso - replicó seriamente - Que atrevimiento - dijo entre una leve risa. Ello verdaderamente me sorprendió y él lo notó - ¿Qué? ¿Creías que te mataría o algo por el estilo por eso?
- Ah -Por unos segundos no sabía que decir - N... No, no es eso... es sólo que...
- No te hagas, So - advirtió observándome con un deje de insinuación - no me habrías "ayudado" - dijo haciendo énfasis en las comillas con el movimiento de sus manos - de no ser porque sabes quien soy.
Pensaba en que lo mejor era declararle que si sabía quien era él, después de todo, era mi identidad la que no debía ser descubierta. Aun así, había que omitir el hecho de que quería inmiscuirme en su estirpe.
- Es verdad, me has pillado - declaré riendo y con las manos en lo alto - sé quién eres, pero bueno, creí que sería perjudicial para alguien de tu apellido ser reconocido como un ebrio causa problemas - dije sin ninguna consideración. El chico me miraba algo sorprendido -
- Oh! - exclamo entre risas - y eres el primero que me dice las cosas tan de frente. Vaya, la verdad puede perturbar en serio - dijo - pero tienes razón, puedo causar bastantes problemas a los de mi apellido, como dices tú.
- Parece no importarte
- Pues la verdad es que no, ellos son los únicos interesados en que siga "el negocio familiar"
- ¿No estás de acuerdo con eso? Muchos quisieran estar en tu lugar
- ¿Tu quieres? Podemos hacer un cambio, si así lo quieres - sugirió con sinceridad - no me interesa, sus planes son un asco.
- ¿Por qué no te apartas?
- ¿Hablas en serio? - dijo soltando una carcajada - aun siendo un descendiente, me matarían.
Sentí pena por él. Hacer lo que no quieres, estar donde tus pies no quieren llevarte. Estaba, prácticamente, obligado a ser la clase de persona que no quería ser.
De pronto recordé la mención que Ikuma hizo acerca de los planes familiares. No dudé en preguntar.
- ¿Por qué dices que los planes de tu familia son un asco?
- ¿Crees que soy idiota? - preguntó sonriendo -
- ¿A qué te refieres? - repliqué mostrando confusión -
- A nada, será mejor que me vaya a mi casa - su mano se fue directo a la cabeza cuando se levantó - Rayos, que dolor
Estaba un poco intrigado por la reacción de Ikuma a la pregunta que le había hecho. ¿Acaso sabía a qué me dedicaba? No, imposible que lo supiera.
- No tienes que irte, es decir, si te sientes muy mal. Además manejas, podrías accidentarte.
- Que persona más amable eres - decía con una risa burlona - ¿Siempre te ha preocupado tanto el prójimo? Y más aun, uno que a penas, si bien sabes quién soy, no conoces ¿Qué pretende?
- Nada, ayudarte quizá - dije sin pensar - quiero decir... - balbuceaba buscando las palabras correctas -
- ¿Ayudarme? No necesito ayuda
- Estabas ebrio, no te gusta tu familia. Es obvio que intentas alejarte y, ojalá que no sepan donde estás. Pero es frustrante, ¿verdad? Al lugar que vayas, hotel, bar; ellos sabrán donde estás porque tienen los contactos precisos. Porque es como si llevaras un chip de rastreo, todo por ser un sucesor.
El chico estaba pasmado, se limito a la mera acción de tragar saliva. Al parecer, yo había acertado en todo.
- Insisto, no tienes que irte - agregué sin más preámbulo. Él asintió con la mirada perdida -
Quizá, no tendría que hacerme pasar por un traficante o algo por el estilo. Las cosas cedieron por otro hilo y era posible la opción de ser un amigo y enterarme de los actos de su círculo. Si todo iba bien, en menos tiempo de lo que pensaba podría encerrarlos a todos tras las rejas.
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FuLl MoViEs
MoViEs To mOvIeS
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