¿Cuánto una máscara puede incrustarse en tu cara?, siempre mostrando una expresión seria, aparentando que nada le importa… sí, nada le afecta. Convirtiéndose en alguien incapaz de expresar sus sentimientos, inclusive a quien para él es tan importante. Pero por sobre todo ¿cuál es el fin de tal comportamiento?
Su vida, en este momento, solo tenía un sentido y ni siquiera estaba seguro de que fuese tan así… no, definitivamente no lo estaba, es que jamás fue capaz de contarle a Sung Gyu el hecho más impactante de su vida. Sin duda prefería quedarse en silencio antes de mencionar aquel accidente, antes de mencionar un suceso que lo motivó a cambiar su actitud de una manera radical.
A penas L y Sung Gyu se retiraron del lugar, Hoya tomó sus cosas y salió de allí, no era algo nuevo que él hiciera eso, a veces deseaba pasar el tiempo completamente solo. Caminar por lugares tranquilos sin congestión de personas transitando, sin sonidos molestos, llenos de absoluta e inspiradora naturaleza, era el sitio perfecto para Hoya; aun así… era un área que le hacía recordar aquel duro momento.
Se sentaba en el pasto y luego de unos minutos se recostaba en él, mirando el cielo que lo cubría… admirando la belleza de un brillo ajeno a la comprensión..., pero allí… veía su figura. Sí, clavando detenidamente sus ojos en el manto celeste creía ver la forma de aquella persona y una tras otra lágrima eran respuesta a ese lance de emociones melancólicas.
A pesar de la hermosura del lugar, a Hoya no le extrañaba que nadie más que él se detuviera un instante a oír el susurro de los árboles, a través sus hojas chocando unas con otras; no le extrañaba que nadie apreciara el suave roce del pasto deteniendo su cuerpo en una inigualable alfombra verde. Nadie consideraba la opción de disfrutar de un relajo, eso era seguro. Pese a esto, ese día a diferencia de los otros, recostado en el pasto, escuchó un andar y súbitamente se inclinó hacia adelante para mantenerse sentado, observaba hasta donde su mirada abarcara volteándose hacia ambos lados para poder prestar atención a todo el sitio y fue cuando divisó una sombra intentando esconderse tras un árbol.
- ¿quién eres? – dijo Hoya con un tono grave –
Se produjo un silencio.
- Sé que estás allí… ¿quién eres?! – repitió ahora con un volumen alto –
- Sung Yeol – reveló con una suave y temblorosa voz el chico escondido –
- qué haces allí escondido…
- am…
- sal de ahí – interrumpió y ordenó Hoya –
El joven, algo asustado salió de su escondite. Tenía un rostro enternecedor, un poco más alto que Hoya, de figura esplendida, cabello oscuro al igual que sus ojos.
Se acercó a Hoya lentamente y se sentó a su lado.
- Sung Yeol… ¿no es así?
- Mm – asiente con la cabeza –
- ¿por qué estabas allí?
- Bueno… estaba observándote – dijo ruborizado y cabizbajo Sung Yeol –
- ¿observándome? – respondía confundido, sorpresivo y enternecido, Hoya –
- Siempre… desde que te vi aquí, hace tiempo… he estado observándote…
- ¿Tras el árbol?
- Am… no era capaz de decirte algo o acercarme… lo siento
Ante las declaraciones de Sung Yeol, Hoya solo soltó una reprimida risa, le impresionaba enormemente que alguien pudiera observarle tanto tiempo sin decirle nada, le parecía que el otro chico era la persona más adorable que alguna vez haya conocido. No podía detener su risa…
- No puedo creerlo… - dijo Hoya entre risas –
Hoya pudo notar que Sung Yeol estaba algo incómodo, quizá pensaba que Hoya se burlaba de él.
- Hey!, no pienses que me burlo de ti, es que… me conmueve… tu actitud
- ¿Eh?
- No sabes hace cuánto tiempo es que no sonreía de esta manera; realmente no sabes… hace cuánto es que sentía esta cálida sensación.
Sung Yeol sorprendido ante la manifestación de Hoya, presentó una tierna sonrisa que lograba una expresión de comodidad y agrado por parte de Hoya.
“Eres interesante”, pensaba Hoya al ver el perfecto rostro del otro chico. Le asombraba que un chico, común y corriente, que jamás había visto antes, le hiciera sentir tan conmovido.
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