Una delicada, fina y pálida mano sostenía una primorosa muñeca desde el brazo. Lentamente, mis ojos recorrían el antebrazo y, luego, el brazo de aquella persona. Mi vista seguía en movimiento y me encontré con un tentador cuello igual de pálido que las manos y, finalmente, un rostro sin expresión clara.
Poco a poco, sus labios se entreabrían y con ello, sentía que mi cuerpo se comenzaba a estremecer. Ansias tal vez. Sí, posiblemente eran esas incontrolables ganas de presenciar el roce de las palabras por medio de esos rosados labios bien formados.
“Libérame”, susurraba por lo bajo, presionando el brazo del objeto inerte que sujetaba.
De golpe, abrí los ojos y, acompañado de una sensación de inquietud, me incorporaba a la realidad. Observaba mí alrededor, dándome cuenta de que me había dormido por unos minutos en aquel sótano “secreto”. En esta ocasión, mi vista se estacionaba en la radiante muñeca que aparcaba un espacio en el lugar. Me puse de pie y tomé el objeto.
Lentamente, comencé a descubrir, con mis dedos, el radiante color de ojos de aquella muñeca. Quitando el polvo que ocultaba ese hermoso brillo. Mientras mi mano derecha la sostenía desde la cintura, con la izquierda aprovechaba de acariciar las suaves mejillas de aquella. Denotaba a través del tacto que, había sido bien cuidada o bien, sólo había sido encerrada en aquel cuarto sin ser receptora de contacto alguno.
De pronto, me quedé mirando sus ojos de manera detenida. Me sentía atrapado. Era como si tratara de decirme algo mediante su mirada. Recordé el sueño y sólo me atreví a decir una cosa.
- ¿Hizaki? – pronuncié con inseguridad, notando que algo en sus ojos cambiaba. Me daba la impresión de que agradecía que alguien por fin le hablara por su nombre.
Un poco asustado ante lo que posteriormente podría pasar, me arriesgué a sacar la muñeca del sitio. Apagué la luz y salí de allí.
No sabía donde dejar el objeto, ya que, de alguna manera, me incomodaba tenerla muy cerca. Especulaba la manera de poder comprender que hacer y sólo se me ocurría una cosa… dormir. Suena algo cómico, pero creía que soñando era la única forma de verle o incluso… de hablarle.
Tengo la impresión que, por primera vez en la vida, me costó tanto conciliar el sueño. Pasé horas divagando entre mis pensamientos y meciendo mi cuerpo de lado a lado por sobre la cama, hasta que, poco a poco, el sueño se fue apoderando de las extremidades del cuerpo y de mi mente.
No sabía si era producto de mis grandes deseos pero, fui capaz de soñar con él. Sus rizos perfectamente dispuestos por sobre su cuerpo, un vestido ostentoso cubriendo una sutil figura y resaltando aspectos que me parecían maravillosos de aquel; estaba todo eso ahí, frente a mí. Sostenía entre sus brazos la muñeca que yo había liberado del sótano. Su expresión era un tanto confusa, parecía algo triste pero, a la vez, agradecido.
- Hi… ¿Hizaki? – murmuré con inseguridad viendo a lo que parecía ser una princesa o una muñeca tamaño gigante.
Él se acerco levemente a mí y una pequeña sonrisa se plasmó en su rostro. Me preguntaba si él era capaz de oír los fuertes latidos en mi pecho pero, seguramente, era sólo algo que yo podía percibir.
- Kyo – pronunció con un suave tono de voz. Me sorprendí al oír mi nombre.
- ¿Cómo sabes… - no alcancé a responder, ya que me detuve al ver que la sonrisa de Hizaki se ampliaba un poco más.
- Sé quién eres, porque me lo has mostrado en tus sueños, Kyo – mencionaba él mientras abrazaba un poco la muñeca – Necesito tu ayuda, sé que esto es extraño pero…
- ¿Qué eres? – Interrumpí con seriedad mirando la muñeca en cuestión – Te ayudaré si me explicas qué eres, quién es Yuki, qué tienes que ver con la muñeca y por qué es que sólo puedo verte en sueños.
Hizaki se quedaba mirándome por lo que parecían ser unos minutos. Bajó con levedad la cabeza y sus labios se entreabrían levemente.
FuLl MoViEs
MoViEs To mOvIeS
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